Hoy para ayer

Trescientos noventa días

para aprender a redefinir lo inaprendido,

lo inaccesible

y saber

que no hay día ni noche capaz

de contener lo incontenible.

La no fiesta convertida en no olvido

que es como un cuerpo en vertical

precoz interrogante ante una lluvia

que empapa y no se ve.

Va siendo hora de quererte en el vacío

en el hueco del tiempo

en el envés

como quien borda hilos invisibles

o aprende a andar sin pies.

Sé que no importa ahora

y sin embargo

el hoy toma su espacio, crece, llora,

se desdobla a sí mismo en el ayer.

01/09/2022

#noSesenta

1/09/2022

Pídeme que escriba

Pídeme que escriba
no me pidas manteles
llenos de platos
plantas que morirán de hastío
fiestas llenas de gente solitaria
acomodos de nidos.
Pídeme que destape
mi frasco de las letras
y las deje caer entre mis dedos
en busca de un destino
que pronto olvidaré.
Pídeme que escriba.
Y yo escribiré sobre los árboles,
los postes, las murallas,
sacaré del armario
mi ruidosa letricia,
inventaré vocablos
desterraré gerundios, participios,
sembraré por el mundo
adverbios, conjunciones
vestiré de diario los pretéritos
regalaré sin miedo infinitivos.
Pídeme que escriba.
Y busca mis palabras por la casa
en servilletas, en papel de horno
en la contraportada de los libros,
sobre el aparador,
sobre las sábanas,
en constante derroche
y desatino,
guarda las que tú quieras para ti
y déjame escribir
libre y fecunda.

mvf©

Poesía también es esto

La arquitectura de mi cuerpo
intenta resetear sus ruinas
colorea las grietas cual si fuesen
alegres serpentinas de una absurda
celebración de la herida.
Gime en sus bisagras oxidadas
imitando un canto tan antiguo
que resulta casi ininteligible.
Si yo fuese un animal de presa
rastrearía esta herrumbre de sangre
tan cuajada, tan hecha de barro
que confunde al hocico más diestro.
Pero soy un cuerpo formado
de otros cuerpos,
un aquelarre de articulaciones
que perforan la carne en el intento
de sujetar los huesos a su sitio.
Y basta.
Mi arquitectura nació vieja
remodelar este habitáculo es como
la metáfora que intenta
drenar el lodo de la ciénaga.
Si yo fuese un insecto
este pantano me sabría a un oasis
aún siendo un imperio de mierda
que alimentaría a millones
de mi especie.
Reivindicad las ruinas, dice alguien,
empoderad el miedo y el destierro
pero no, que aunque la belleza del destrozo sea perfecta
y el corte inigualable
falta el tino que le de nombre a esto.

mvf©

Silencios

Segunderos de nada

componen los minutos

sueltas ramas de viento.

en brazos de los árboles

Sabes que no soy yo

quien ocupa este cuerpo

la víspera de tu nombre.

Música ciega de una larga noche.

#23/04/2023

Na man do vento


Da man do vento
chegan os nomes,
enrédanse
como fío dun tempo
inesquecíbel,
nos cabelos dos días,
vértense
na semente da terra
e agroman
nos xeonllos dos nenos
cantando
en tódolos axóuxeres:

«Eu fun un día
tal como eres
sí, eu, eu,
miña nena
meu neno
pel de sono
pel de vento
eu, eu
non me coñeces
non te coñezo»


Da man baleira
do calendario
fuxe o teu nome
no río do tempo
tropezan as vogais
facendo ruido
de cristais que se rompen.

Aínda non sei ollarte no invisible
non aprendín a ler no esquecemento.

©MVF
#DíaMundialdaPoesía

Traducción:

En la mano del viento

De la mano del viento
llegan los nombres
se enredan
como hilos de un tiempo inolvidable
en el cabello de los días
se vierten
en la semilla de la tierra
y florecen
en las rodillas de los niños
cantando en todos sus juguetes:

«Yo he sido un día
tal como eres,
sí, yo, yo,
mi niña,
mi niño,
piel de sueño,
piel de viento,
yo, yo,
no me conoces
no te conozco»

De la mano vacía
del calendario
huye tu nombre
en el río del tiempo.
Tropiezan las vocales
hacen ruido
de cristal al romperse.

Aún no sé mirarte en lo invisible.
No he aprendido a leerte sin recuerdos

#DíaMundialdelaPoesía

Carta sin dirección

Estimado ingeniero de sistemas:

Quiero que sepas que he dudado mucho a la hora de escribir esta carta, entre otras cosas, porque desconozco tu dirección. He intentado buscar en Google sin éxito, y no es porque no aparezca tu nombre. Tus seguidores dicen de ti que estás en todas partes que eres aire puro, espíritu entre los espíritus, carne entre la carne. Vaguedades todas, que no me indican un apartado de correos ni un lugar concreto en el que contactarte. Pero es Navidad, y estamos en un tiempo en el que las únicas cartas que llegan a nuestras casas son facturas, un tiempo en el que solo los niños escriben a santa Claus, papá Noel o a los Reyes Magos, metiendo sus cartas directamente en los buzones de los centros comerciales y mira, no. Yo soy una mujer mayor que quiere escribir una carta al hacedor de sistemas, de todos los sistemas operativos de este mundo nuestro, que parece funcionar por inercia pero sigue un patrón.

No tienes un teléfono, una red social o un canal de YouTube por más que nos venda la Iglesia que el canal para contactar contigo es la oración. Todos los organismos que conozco disponen de buzones de sugerencias o, al menos, de hojas de reclamación. Por eso te escribo. Cuando los pensamientos se ponen por escrito adquieren una fuerza mayor y eso hace que la gente lea. La gente lee para encontrar sus emociones en ese vuelco del viento en el que las palabras se esparcen. Entra en una librería o, quizás en una red social, porque quiere ver lo que está pensando y sintiendo el vecino, ese vecino con el que se cruza en el portal y con el que apenas intercambia un saludo de cortesía. Tan lejos y tan cerca. Casi como tú.

He decidido escribirte para pedirte un número de teléfono, un mail, una dirección. Y no quiero que me vengas con eso de que puedo encontrarte en cada uno de mis semejantes, en los surcos de la tierra o en las plantas que crecen. No. No quiero que me digas más que te busque en el lecho de los enfermos, en las cárceles que visite o las limosnas que de. Ni mucho menos quiero que me digas que te busque dentro de mí. Porque las jerarquías existen, no soy de dogmas ni de palabrerías, pero cualquier programa requiere a un programador (o programadora, que por no saber no sé ni tu género) y eso es lo que eres tú.

He leído muchas veces esa historia de que somos nosotras mismas (y/o nosotros mismos) quienes escribimos y elegimos el guion. Ya sabes, los orientales hablan del Karma y la reencarnación pero la memoria es fugaz y los cuentos múltiples, yo solo quiero una extensión telefónica, un número, un operador. El número de la esperanza, pero de verdad.

Se han ido muchos, y eso es lo único certero: que nuestro paso es ligero y temporal, que somos poco más que flores de un día, aunque soñemos con la inmortalidad. Por eso te escribo. Si hasta las hormigas y las abejas tienen una especie de memoria colectiva que les conduce a organizarse, si cada cosa creada tiene un diseño… ¿Dónde está tu firma? Ya sabes, la patente, digo. ¿Te has planteado alguna vez que alguien quisiese piratear tu obra? ¿Tienes acaso una copia de la creación? En un mundo tan localizado ¿puede perderse un alma y no volver más?, ¿es que ningún sindicato de almas dispone de línea directa con el creador?

No es por nada, venerable ingeniero de sistemas, pero hasta la CIA tiene sus claves de identificación. Ya sé que puedo encontrarte en cualquier parte, pero estamos en Navidad, y es la época de los prodigios. La leyenda dice que el espíritu se hizo carne y habitó entre las gentes, también dice que el pasado siempre vuelve y el mañana nunca llega, que el tiempo no existe y que todo es una percepción. Se dicen muchas cosas, venerable ingeniero. Estaría bien un teléfono para preguntar qué ha sido de nuestros allegados. Es una crítica constructiva, no te lo tomes a mal.

No quiero aburrirte más de la cuenta, dicen que lo sabes todo, pero necesitaba escribirlo, ya ves. Se escriben pocas cartas hoy en día, sé que te llegará esta porque tienes muchos contactos, aunque no sepa escribir la dirección.

#cuentosdeNavidad

Navidad sin cuento

Este año, la Navidad se le había echado encima sin verla apenas venir ni advertir su huella. Otrora, en la lejana época en la que era feliz sin saberlo, veía venir estas fechas ya desde finales de octubre. Las luces encendidas, los reclamos de los comercios, los catálogos de juguetes para los niños y las típicas preguntas de la familia respecto a la organización y planificación de comidas y cenas no le dejaban olvidarse de esos días, marcados en rojo en el calendario.

Ahora, todos esos reclamos habían pasado a la historia. Apenas salía de casa, aparte de que, al vivir sola y apartada en una zona rural, no se percataba del derroche de las luces Navideñas; no visitaba centros comerciales a la procura del regalo perfecto (¿para quién?, ¿para quienes?); los niños habían crecido y lo mejor que podía regalarles en estas circunstancias (las suyas y las de los hijos) era dinero, simple y llanamente.  Ya no había que organizar grandes cenas ni turnarse con la familia política, porque, lamentablemente, los mayores habían ido a menos. Muy pronto, ella sería la única matriarca, la mayor del clan, ella, que antes era la más pequeña. De momento, y por fortuna, aún gozaba de esa fase en la que los hijos quieren ser libres y no la habían convertido en abuela.

La vida tiene, a veces, extrañas compensaciones. A ella nunca le habían gustado estas fechas (claro que ese nunca se refiere a la edad adulta, porque cuando se es joven la palabra nunca se usa tan excepcionalmente que es como si no existiese). No le gustaba la Navidad, que asociaba al recuerdo de las ausencias, los platos vacíos y los aniversarios de los mayores que se habían ido en esta época (sumados a los que se habían decidido irse en otras); en los últimos años, por si fuera poco, la cosa había ido a peor y pérdidas más profundas la habían mermado tanto que en lo último que podía pensar ahora era en estas fiestas. Y, por eso de que la vida tiene extrañas compensaciones, ahora la había dispensado de tener que poner el árbol, jugar al amigo invisible, asistir a la cabalgata de Reyes y romperse la cabeza perdiéndose en los pasillos de los centros comerciales en busca del regalo perfecto. Pero. Siempre hay un pero detrás de cualquier compensación, porque las compensaciones son eso: un resarcimiento que no resarce ni al más estoico de los sufrientes, aquí es donde el pero se alzaba con el triunfo de la jugada redonda, la ironía perfecta.

Y es que esa era la coña de la vida, porque ¿Quién no daría parte de sus días por volver, siquiera a uno solo de los días de aquellas Navidades pretéritas? Volver a sentarse a la mesa en el hogar materno, al lado de su marido, sabiendo a su madre trajinando entre los fogones, los niños corriendo en torno al árbol, el padre peleándose con las bebidas y los leños en la cocina, los parientes que llegaban para fin de año, la cuñada con su sempiterno libro, las miradas condescendientes. ¿Quién le iba a decir ahora, tantos años después, que iba a acabar extrañando todo aquello? pues sí, esa es la coña del teatro en el que vivimos, en el que no sabemos reconocer la felicidad hasta perderla, pensaba, mientras leía las felicitaciones de Navidad por el Facebook.

Este año, la Navidad se le había adelantado, como la vida había hecho siempre.

Texto elaborado para la convocatoria de Zenda

#cuentosdeNavidad 2022

DECREACIÓN

De qué escribir
Ahora
que me parece seco el pozo
de la inspiración
Ahora que han caído
todas las torres
y los pájaros sierran sus alas
al acero sin canto,
y las heridas
repudian su dolor.
Cuando ángeles entierran sus coronas,
y princesas arrojan sus laudes
al cielo
de los santos sin Dios.
Dime,
a qué ojos miraré que su vacío
me motive a escribir
de campos yermos y espigas sin trigo,
de niños huérfanos y madres sin reloj
de huéspedes sin casa o invitados sin mesa,
de horas sin segundero
o plañideras sin ningún pagador.
Y no es la lástima
Ni la ira
Ni la pena
Ni siquiera
la última compasión
Son los versos sin ritmo
vestidos sin cintura,
motores sin motor.
Porque no sabes
que en el país de las letras
las vocales
han perdido a mis ojos el color
e incoloras
circulan por el aire
vagas,
rotas,
cual fantasmas sin voz
me rozan
se insinúan
sin que mi cuerpo pueda
reaccionar a su frío
su calor,
porque he pasado un tiempo
una frontera
y no hablo su lenguaje
ya no soy
la que era,
la que escribía de cosas muy pequeñas,
y decía: hambre, frío,
labio roto, armazón
y al decirlo entreabría
puertas de armarios muy oscuros
que atravesaban mundos,
hacia secretas Narnias
porque yo
misma era una hada,
un elfo,
un duende
y ahora solo soy
aquella que va buscando letras
para escribir un algo
que no es
ni verso ni poema
ni opereta
solo DECREACIÓN.

©mvf

Deconstrucción

La muerte te construye
al destruirte.
Torna el viento a traer
tu rostro más feliz,
tu edad más joven,
cuando eras solo ayer,
cuando el mañana
era un alegre porvenir.
La muerte te viste ante mis ojos
con tu mejor sonrisa
con tu mejor humor.
Te construye después de derribarte,
decrea sobre tu faz para crearte
en cada nueva célula,
cada semilla, cada instante
que florece a la vez.
No te roba la muerte,
solo integra en los árboles,
los caminos, la vida,
cada parte de ti.
Tus gestos se posan en las alas
de cada tarde de septiembre,
retozan en el útero incipiente
de cada nuevo abril,
tu risa estalla libre entre las nubes
y te siento escribir en mi papel.
Cada día te descubro y te renombro.
A veces no se entiende que la muerte
es tan solo otra forma de vivir.

©mvf

16/09/2022

Agosto (III)

Barreré las cortinas de los días
contando
mis dedos al trasluz,
hay dedos invisibles que suman
su aura a los míos alentando
cromáticos contrastes
que derivan
a un ocaso de tul.
Siempre es de noche
en la mitad del día
siempre hay un fondo
que queda por cubrir
como pozo que mana desde el hueco
que no alcanzan las manos a medir.
Y no lo sabes.
Nunca lo sabes
aunque intentes llegar a percibir.
No son los ojos de estas calaveras
los que alcanzan a ver lo inadmisible
solo los dedos al abrirse
se suman en rosarios invisibles
dando cuerpo a la luz.

15/08/2022