Cien mil batallas

No divisa la luz que te seduce,

tu rostro de poeta enamorado.

Ni distinguen los dioses del olimpo

los restos de tus versos malogrados.

No se detiene el alba en los destrozos

que componen tu cuerpo naufragado

ni destapas la caja de los vientos

que han hecho que nacieran los alados

gemidos que componen tu universo

de buscador de espacios.

No se detiene el tiempo en tus palabras

ni se amplía en tus letras,

sin embargo

mi corazón palpita y se me rompen

los relojes que tengo entre las manos,

mientras advierto cada línea herida

en esa cruel batalla que sostienes

contra ti mismo a diario.

Ahogo

No se beber de a poco.

Abres las manos y el agua brota a manantiales.

Bebo

y la sed crece mientras voy bebiéndote,

inundando mi pecho.

No se beber deprisa y la garganta

se cierra al aire llena de tanta agua.

Mis pulmones se vuelven dos esponjas

mientras intento pronunciar tu nombre:

completamente ahogada.