No divisa la luz que te seduce,
tu rostro de poeta enamorado.
Ni distinguen los dioses del olimpo
los restos de tus versos malogrados.
No se detiene el alba en los destrozos
que componen tu cuerpo naufragado
ni destapas la caja de los vientos
que han hecho que nacieran los alados
gemidos que componen tu universo
de buscador de espacios.
No se detiene el tiempo en tus palabras
ni se amplía en tus letras,
sin embargo
mi corazón palpita y se me rompen
los relojes que tengo entre las manos,
mientras advierto cada línea herida
en esa cruel batalla que sostienes
contra ti mismo a diario.