“Tu casa es una fortaleza inexpugnable. Tu aguerrido carácter te hace levantar muros que contengan cualquier expansión. Cual señorial retiro, tus dominios se extienden a todo lo ancho y largo del espacio que ocupas. ¡Solitario guerrero de confinados días! ¡Ni las ninfas más bellas traspasan el dintel de la puerta de tu corazón! Dicen que eres un caballero. Que guardas las distancias por tu exquisita educación. Que en aras al deber sobrellevas tu soledad, porque el guerrero es el guardián que nunca descansa. El centinela que no duerme. El único que no se abandona al amor. Pero en tu cuerpo regio hay una cicatriz invisible. Lo se porque en las noches de luna oigo el lamento de tu silencio. Debajo de tu pétrea armadura se esconde un nombre de mujer. Me lo han dicho tus labios, guerrero, cuando soplando sobre tu ligero sueño se te escapó un suspiro. Nadie es capaz de engañar al que se cuela por todos los resquicios del mundo. Soy el viento, guerrero, y he tomado ese nombre para esculpirlo en el libro del tiempo. Ella vendrá a ti, algún día, y no habrá armadura que te esconda de su presencia. Entonces, habrás ganado la única batalla que merece la pena ganar: La de ceder al amor.”
El corazón del guerrero
