Vasija rota

Su abuelo tenía el corredor de casa lleno de vasijas de barro. En ellas guardaba el aceite, la manteca, las hierbas secas. Con el tiempo las vasijas de cerámica fueron sumándose a las otras. Muchas veces, cuando nadie la veía, Milena repasaba con sus manos el suave y liso contorno de las vasijas, enamorada de su tacto frío. En las de barro se detenía en alguna pequeña grieta o imperfección rugosa y le gustaba fantasear con las manos del alfarero, distraídas ante aquel pequeño relieve. Cuando su madre se quedó embarazada, Milena tocaba su vientre redondo que le recordaba la forma de las vasijas, e imaginaba al pequeño ser que albergaba en su interior, formándose, en el torno de la matriz femenina. Cuando su hermano Antón nació, el abuelo necesitó de toda su colección de vasijas, que no bastaron para devolverle a su madre la salud por mucho que la mujer intentase, con tesón y voluntad, seguir caminando, la vasija de su vientre quedó rota y todas la imaginación de Milena se centró en fabricar prótesis.

Texto elaborado para los Viernes Creativos del grupo El Bic Naranja

MVF©

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Imagen por @glenmartintaylor

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