Descolgada del árbol que amanece
como mirlo perdido entre la nieve
o huracán descompuesto entre la selva
abro los días como quien abre puertas
que aparecen tapiadas a cemento.
Mis manos desgajadas cual las alas
de una herida paloma entre la niebla
tantean silenciosas, tercas, vanas,
de arrancar la corriente que no mana
de la fuente que, yerma, luce seca.
Huida del calendario y la costumbre
refugiada en el frasco que urde sueños
tejo tapices de color violeta,
donde yace el silencio.
Más no habrán de quitarnos nuestra casa,
ese hogar donde la paz crece en el huerto
por más que afuera la tormenta bata,
inútilmente contra el desconcierto.
Muchas gracias, Nani. Es un poema de hace un año que decidí subir al blog. Escribo poco, la verdad. Un abrazo.
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Qué poema más hermoso, Manoli.
Me alegro de leerte.
Besicos muchos.
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