No había nadie en la casa. Nos citáramos allí hacía un año, justo antes de comenzar nuestros respectivos periplos. Elisa se había embarcado como cooperante de una ONG internacional, y yo viajé a la india para aprender técnicas de meditación en retiros espirituales; los dos habíamos convenido en que tomaríamos una decisión sobre nuestro futuro una vez hubiese transcurrido un año. Entré en nuestra anterior vivienda y, pese a comprobar que Elisa aún no llegara, me pareció sentirla. Podía oler su perfume y pensé que era increíble que la casa siguiese oliendo a ella después de tanto tiempo. Recuerdo que di vueltas, una y otra vez por las habitaciones, como si esperase encontrarla en alguna al abrir la puerta. Finalmente, después de esperarla todo el día, decidí irme al caer la tarde. Salí de casa y, cuando estaba bajando la escalera, algo me impulsó a volverme y mirar hacia el balcón de la planta superior. Fue como una descarga eléctrica: el cristal se había cubierto de vapor en torno a una figura central que aparecía difuminada. El olor de Elisa llegó hasta mí más fuerte que nunca, mientras la forma de unas manos se abrían paso en el cristal para despedirme. No había podido volver de su viaje.
©MVF
Texto elaborado para los Viernes Creativos de El Bic Naranja
https://elbicnaranja.wordpress.com/2017/10/27/viernes-creativo-escribe-una-historia-210/
Ilustración por Willie Hsu