Tontería al por mayor

Mi madre piensa que no sé lo que pasa. Qué manía les entra a todos los mayores con eso de apartarnos de sus asuntos. Que si no nos importa, que si no nos enteramos de nada, que si nos vayamos a jugar. ¡Cuidado, qué están los críos! ¡Venga, vosotros a lo vuestro! ¡Iros a jugar! Cuando les oigo me siento como si fuese una especie de marciano «¡Cuidado, que está el nene!» a veces me da por tirarlo todo para hacer ruido, o ponerme a patalear y llorar a grito tendido. Si soy eso tan peligroso que llaman niño tengo que comportarme como tal ¿no? Es como si de repente te saliese un grano enorme en la cara y al entrar en clase todo el mundo gritase: ¡Cuidado que tiene un grano! y de repente te empieza a escocer ese grano y lo ves al mirar a la punta de tu nariz con los dos ojos juntos como si el grano fuese una duna de arena que no te deja ver nada más. ¡Mamá que tengo un grano! y ella: ¡Anda, no me vengas con tonterías! ¡La de granos que tenía yo a tu edad! pues eso, que los mayores se lían con sus embrollos y nos lían a nosotros como si fuésemos el papel de fumar que usa el abuelo. Se creen que con gritar ¡Qué viene el niño! el mundo se va a detener y que con marcharnos a jugar ya no vamos a saber que no se ponen de acuerdo en nada y que ya no hay quién mande en casa ni en el país ni en el mundo que se va al garete por el agujero ese de la capa de ozono. El otro día pregunté en casa de la vecina que para qué servía un rey y mi padre me atizó una colleja, cuando yo solo quería escuchar una opinión distinta a la de ellos dos, que ni siquiera se ponen de acuerdo en darme una definición. Luego dicen que no me entero de nada y que meto la pata constantemente.

El mundo de los mayores está compuesto de intrigas, mucho peores que las del patio del colegio. Yo, lo que de verdad quiero es que me dejen en paz de una vez, si pudiese me pondría la capa de invisibilidad de Harry Potter, para poder andar a mi bola por casa sin que nadie grite constantemente: «¡Cuidado!» cada vez que entro yo.

(Minificción escrita para los Viernes Creativos del grupo EL BIC NARANJA)

La practicante

La practicante, tras estudiar el parte de ausencias, redactó en la comodidad de su hogar la carta de despido de la trabajadora, sin atender a la justificación de las faltas; después, como todos los días, encendió sus varillas de incienso para realizar su práctica zen y oró por la fraternidad humana.

Punto de partida


Durante años giró como una peonza, dando círculos alrededor de sí mismo: París, Alemania, Holanda, Grecia, Australia, África, India. En todas partes hilvanaba pequeños fragmentos del guión que componía la película de su vida; pero no alcanzaba a verse en el papel principal. Era como un actor secundario, siempre pendiente de escenas de relleno, en la que su relevancia parecía limitarse a dar un paso más hacia la nómada ruta que perseguía.

Cansado de buscar sin encontrar quiso tomarse un respiro y volver sobre sus pasos; atrás, más atrás, hasta el lugar de origen, hasta el punto original de su partida. A medida que iba desandando, poco a poco, su camino, se iba volviendo más y más sutil. Sus ojos grises, cada vez más cristalinos, recordaban el agua del mar, espejos de un cielo limpio. De sus manos se iban borrando las marcas cinceladas con cicatrices, y sus dedos se estiraban, emergentes, señalando al infinito. Hasta su voz perdía timbre, tinteneaba, ondulante, perdiéndose entre la brisa.

Cuando llegó a casa sus brazos parecían alas, sus pies puntos suspensivos.

Se elevó, como el punto de la i, sobre su propia película.

Texto elaborado para la convocatoria de Zenda libros


Jungla virtual

Debí haberlo sospechado pero mis despistes me impidieron atar cabos antes. Sabía que Mister me imitaba en todo; ya lo había visto varias veces con mi bolso al hombro y poniéndose alrededor del cuello alguno de mis chales. Supongo que me resistí a creerlo, por eso del ego y del celo que nos traemos los humanos con nuestros esquemas mentales. Primero fueron los juegos de Candy Crush, después un portal de citas en el que aparecía sin registrarme, pero el día en que cogí el móvil y vi en el buscador una receta de plátanos con chocolate lo supe: la inteligencia artificial había entrado en la reserva para quedarse.

Minificción elaborada para los Viernes Creativos de ‘EL BIC NARANJA’

 

Las visitas de la hora del té

El horror se había instalado en las sillas de enea de la vieja galería. Siempre acudían a la misma hora. Y cada vez eran más. A medida que se acercaba la hora de la merienda, Adelina, se sentía peor. La señora, sin embargo, corta de vista como estaba y con lagunas de memoria, no solo no parecía notar nada extraño, sino que preguntaba continuamente, como una niña ansiosa, si habían llegado ya.

-Ayer vinieron tres. ¡Cómo me alegro de que se anime a venir la gente, Adelina! -Decía la anciana- Figúrese que el señor de las cinco y media me recordaba al coronel de tal forma que casi lo llego a tutear. Y la niña de las seis ¿qué me dice? con esa risita tímida me hacía pensar en mi pequeña Rosalía. Lástima que no pueda ver sus rostros… Dígame ¿Se le parece algo? ¿Se ha fijado en su pelo? Mi niña lo tenía largo y ondulado como una serpentina, puede usted verlo en el retrato.

Adelina, tragaba saliva con esfuerzo mientras echaba un ojo a los retratos de la Galería y veía como el retrato de Rosalía iba quedándose sin rostro como los demás. De hecho, del traje del coronel con sus galones ya solo acertaban a verse los zapatos. Lo mismo pasaba con el abuelo ilustre, del que sólo quedaba el bastón como olvidado en la butaca. Pero lo que más miedo le daba a Adelina era el retrato de la propia señora, que cada vez parecía envejecer más, al tiempo que la carne de sus pómulos parecía más y más traslúcida cuando le daba el sol.

MVF ©

Micro elaborado en el grupo literario Letras Sangrientas

La duda

El último hombre que quedaba sobre la faz de la tierra las vio venir de lejos y, conforme se iba acercando, se santiguó al ver sus expresiones idénticas: «¡Por el amor de Dios! ¿Serían todas muñecas o habría entre ellas alguna hembra?»

Minificción para los viernes creativos de El Bic Naranja 

Foto por: Sally Mann (http://www.sallyman.com)

La imagen puede contener: 2 personas, personas de pie y exterior

La espera

Atrapada en el balcón, seguía escuchando, eternamente,
el mismo estribillo:

«Para subir al cielo se necesita,
se necesita
una escalera grande
y otra chiquita…»

¿Y ahora qué? se preguntaba la niña

 

Micro inspirado en la foto, elaborado para los Viernes Creativos de EL BIC NARANJA

Montaje foto:  por los estudios Elmgreen&Dragset

 

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Vuelo de pájaro

Solo era un punto, planeando en una sopa de letras, buscando desesperadamente un cuerpo sobre el que caer.

 

Minificción para los Viernes Creativos de El Bic Naranja (WordPress)

Propuesta Creativa basada en escribir un texto que no contenga la siguiente vocal:

 

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

 

 

Compañeros de viaje

Una vez me tocó compartir viaje en tren con dos alacranes. El uno, no ocultaba su condición y enseñaba sin disimulo sus pinzas, frontándose el aguijón reluciente de su apéndice contra la ventana. Yo escuchaba el tic-tac de ese contacto, mientras descontaba mentalmente los kilómetros que restaban de la próxima parada. El otro, permanecía en un rincón adoptando una naturaleza algo más refinada; leía la prensa con anteojos de visión corta que bajaba continuamente para observarme. Entre los pliegues de su traje pude ver que su apéndice descansaba amigablemente enfundado, pero este detalle, lejos de tranquilizar mis sospechas, no hizo más que ponerme en guardia. Yo permanecía quieta en el asiento de en medio, tratando de no dejarme adormecer por el run run del tren y los villancicos navideños que sonaban por los altavoces. Mi experiencia con alacranes no era gran cosa, pero mi condición de tarántula me daba cierta ventaja.

No tuve más que aprovechar la primera parada del tren para ocultar mis colmillos y bajar tranquilamente. Me había dado tiempo, en un descuido del revisor, de arrojar las cáscaras por la ventana.

MVF©