La practicante, tras estudiar el parte de ausencias, redactó en la comodidad de su hogar la carta de despido de la trabajadora, sin atender a la justificación de las faltas; después, como todos los días, encendió sus varillas de incienso para realizar su práctica zen y oró por la fraternidad humana.
Etiqueta: Microrrelatos
Jardines
Faustino se duerme con la tele puesta todas las tardes a las ocho en punto y sueña con una mujer que trajina en la cocina, que riega las plantas y sirve a las nueve un exquisito guiso en el jardín. Atraído por el olor, Faustino se despierta, se ducha y se pone guapo para la ocasión. Solo al salir al patio recuerda que no tiene jardín, que tiene alergia al matrimonio y que el olor del guiso de su vecina le ha abducido en su sueño, otra vez.
Lloviendo barcos
Es necesario salir de la isla para ver la isla que no nos vemos sino salimos de nosotros
José Saramago (La isla desconocida)
Durante cuánto tiempo puede contenerse un océano, se preguntó, y comenzó a llover por los ojos barcos de velas azules, rojas, verdes. Y vió pasar el barco de papel que echara a navegar de niña, una tarde llena de nubes rojas y negras que flotaban entre el arcoiris. Y siguió lloviendo y vio pasar todo tipo de embarcaciones: Canoas llenas de naúfragos con los que había compartido vino horas antes, barcos de pescadores con la cubierta llena de delfines que bailaban al son de una canción de bucaneros, trasatlánticos de lujo que iban hacia adelante y hacia atrás y daban una vuelta en círculo como siguiendo una estela de pasodobles; y, cuando se dio cuenta, se estaba limpiando los ojos con la tela de una de las velas y sacando peces de una gran red para echarlos de nuevo al mar. Y se hizo de noche y siguió las luces de los grandes cruceros para llegar a la isla y olía a fiesta desde la orilla. Y había pan y vino y risas y no llovió más.
MVF ©
Tres micros
OVEJALANDIA
Las ovejas escuchan al lobo, porque han visto al pastor sacrificar sus corderos y vender su lana en el mercado
–Seguidme–dice el lobo– que soy vegetariano. No os faltarán pastos verdes.
Las ovejas van en masa detrás del lobo y hay alguna que, incluso, sueña con conquistarlo.
EROSIONES
–¿No oyes el ruido del mar? Preguntó la cumbre de la montaña al viento.
–Yo soy parte de ese ruido –respondió éste– y soy también parte de la grieta que en tu
costado está comenzando a abrirse.
PERSONALIDAD MÚLTIPLE
El médico estudió con atención la imagen radiográfica antes de preguntar a la paciente:
-¿Y dice usted que puede ser muchas personas al mismo tiempo?
-No, doctor. Al mismo tiempo no, cada una tiene el suyo.
Micros escogidos para la XLV entrega de Difundir el microrrelato por Pablo Cavero
https://www.facebook.com/pablo.caverogarcia.1/posts/3078242122227208
Todas las ventanas
Esa mañana todas las batas de plástico tenían dibujada una ventana a la altura del pecho. En el alfeizar alguien había dibujado unos tiestos desde los que asomaban unas flores con el rostro de sus tres hijos que, como girasoles risueños o caléndulas generosas, alargaban sus tallos hasta engancharse al hilo de la música que sonaba por el altavoz. Canciones infantiles tarareadas a coro al ritmo de la plancha desde el lejano cuarto de los años llenaban de oxígeno su corazón.
Texto elaborado para la web de escritores solidarios Cinco Palabras
#ParaTiaunquenoteconozco
Tregua
Hoy, cansada de hacer mutis, me he asomado por entre las trincheras con un folio en blanco sin escribir.
Mañana revisaré el arma, soltaré las palabras, limpiaré el cañón.
Compañeros de viaje
Una vez me tocó compartir viaje en tren con dos alacranes. El uno, no ocultaba su condición y enseñaba sin disimulo sus pinzas, frontándose el aguijón reluciente de su apéndice contra la ventana. Yo escuchaba el tic-tac de ese contacto, mientras descontaba mentalmente los kilómetros que restaban de la próxima parada. El otro, permanecía en un rincón adoptando una naturaleza algo más refinada; leía la prensa con anteojos de visión corta que bajaba continuamente para observarme. Entre los pliegues de su traje pude ver que su apéndice descansaba amigablemente enfundado, pero este detalle, lejos de tranquilizar mis sospechas, no hizo más que ponerme en guardia. Yo permanecía quieta en el asiento de en medio, tratando de no dejarme adormecer por el run run del tren y los villancicos navideños que sonaban por los altavoces. Mi experiencia con alacranes no era gran cosa, pero mi condición de tarántula me daba cierta ventaja.
No tuve más que aprovechar la primera parada del tren para ocultar mis colmillos y bajar tranquilamente. Me había dado tiempo, en un descuido del revisor, de arrojar las cáscaras por la ventana.
MVF©
Azul celeste
El rojo es una herida, como una amapola en un campo de otoño amarillo. El viento lleva, ladera abajo, un lazo rosa, fugitivo. Los ojos se alejan, pero la vista vuelve. Siempre vuelve. En la retina queda un vestido ondeando en el viento, una sonrisa. Un corazón atrapado en el tiempo. Un nombre que no se pronuncia. La memoria es una rama quebrada. El azul son unos ojos, de par en par abiertos.
Minificción elaborada para la web Esta noche te cuento (ENTC) basada en la propuesta: Azul
Dos veces la misma piedra
En el vagón del metro lo oí llorar. Su joven madre estaba enfadada y se enfadaba más y más a medida que el niño lloraba: ¡Cállate ya! Le gritaba una y otra vez. Sentí pena por el niño, cuyo llanto era ya un grito que hizo enmudecer los ruidos y fijar la atención de todos en él. Fue entonces, en medio de esa tormenta, cuando cuando la madre, casi una niña también, pronunció aquella frase lapidaria, que me devolvió en el acto a mi propia niñez: Si es que pareces una niña, mírate: llorando como una niñita… ¿Eres un chico grande o qué?
Paró el metro y la madre agarró a su hijo de la mano y salió con él casi a rastras, mientras el llanto del niño resonaba por todo el vagón. Para entonces, yo ya no era el mismo hombre, tranquilo y seguro de sí, que había subido en la anterior parada. Ahora volvía a ser un niño llorando, mientras oía las mismas palabras, golpeándome, una y otra vez.
Texto elaborado para Zenda
#hombresyalgunasmujeres
El DESHIELO DE MAUREEN
La lechuza cobijó el cuerpo de Maureen bajo sus alas y extendió un lecho de plumas en torno a ella para aislarla del frío; no en vano la muchacha había peleado con todas sus fuerzas por salvar a sus amigos del bosque de los depredadores. Bien sabían todos los animales que detrás de su cuerpo de pantera habitaba una joven, con piel de terciopelo, acostumbrada a luchar. Pero no estaba sola. La nieve, que la malvada bruja de la montaña había hecho aparecer, pronto derretiría ante el fuego incipiente del corazón de la joven guerrera, que al calor de las alas de la lechuza volvería a despertar.
MVF©
Texto elaborado para los Viernes Creativos de El Bic Naranja
Foto: Katerina Plotnikova