¡Despierta, Domfe!
Otra vez ese cántico resuena en mis oídos. Noche y día oigo a las mujeres invocar a Domfe, implorando la ansiada lluvia. Toda la aldea está cantando alrededor del viejo baobab. Los surcos en las frentes de los más ancianos son cada vez más profundos. Los niños tienen sed y hambre. Y lloran. Recogemos sus lágrimas y las vertemos sobre la tierra que circunda al grueso árbol para que lleguen hasta sus raíces y las despierten, a ver si estas sacuden todo el orbe y consiguen, a su vez, despertar al dios de la lluvia, que se ha dormido sobre África, convirtiéndola en polvo.
MVF
Microrrelato elaborado para el certamen de Casa África
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Emotivo y solidario texto, con la clase habitual. Un fuerte abrazo, amiga Manoli.
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Muchas gracias, Patxi, por acompañarme en mis letras. Otro gran abrazo para ti 😉
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¡Hola Manoli! Un auténtico placer volver a leerte. Sí, parece que Dios se ha olvidado de la tierra que nos vio nacer como especie. Un abrazo
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El placer es mío, David, de tenerte como lector y un privilegio contar con tus palabras. Respecto a lo que dices, lo cierto es que nuestra especie es capaz de cosas extremas, en positivo y en negativo. Así somos.
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