Esa mañana todas las batas de plástico tenían dibujada una ventana a la altura del pecho. En el alfeizar alguien había dibujado unos tiestos desde los que asomaban unas flores con el rostro de sus tres hijos que, como girasoles risueños o caléndulas generosas, alargaban sus tallos hasta engancharse al hilo de la música que sonaba por el altavoz. Canciones infantiles tarareadas a coro al ritmo de la plancha desde el lejano cuarto de los años llenaban de oxígeno su corazón.
Texto elaborado para la web de escritores solidarios Cinco Palabras
#ParaTiaunquenoteconozco
El GARBANZO negro huyó despavorido de la fuente al ver el inminente ataque de los PAPANATAS que, después de su CÓMICA actuación parecían tener hambre. La VENTOLERA que se desató al abrirse la puerta, hizo que el garbanzo desertor quedase justo a tres centímetros del plato de MELOSA, la gata, que, viéndolo rodar por el suelo y pararse junto a sus dominios, se lanzó, juguetona, a empujarlo con sus patitas hasta hacerle salir afuera. “Hoy es mi día de suerte”, pensó nuestro protagonista, justo un momento antes de que una de las gallinas camperas se lo tragase.