CIENTO UN INTENTOS

Mi Quijotesca hazaña es hacer que me veas, con mi lanza bajando estrellas para dártelas. Un camino de símbolos a tus pies pongo ahora, querida Dulcinea. Que mi fiel compañero de ausencias te lo diga: si no he ensartado letras como quien cuenta días para que me leyeras y así, me dieras vida. Esta noche sin luna en la que me refugio es el silencio con el que me ignoras. Pero yo seguiré, más allá de estas líneas, reclamando una aurora. Con mi fiel Rocinante y mi fiel escudero: mi portátil, lector, y mi saco de sueños.

Microrrelato finalista en la primera ronda (47 primeros micros) en el VI Certamen Literario Canyada D’Art.

(textos recibidos: 447)

Warm up

        –Sé que la radio estaba puesta. Se oía la voz de Janis Joplin entonando   Summertime por toda la casa. La cabeza me daba vueltas y avanzaba como en una nebulosa. Recuerdo el ruido del agua vertiéndose fuera de la bañera,  la voz de Janis cantando en ese momento: No, no , no, no, don´t cry… y el shock de mi cuerpo en contacto con el agua helada, la sensación de vacío, de irrealidad…

Diana habla, y yo aprieto tanto la mandíbula que pienso que van a estallarme los dientes. Ella no recuerda mi terror al encontrarla medio desvanecida y helada dentro de la bañera, con el grifo de agua fría abierto. Suerte que había quitado el tapón. ¡Por las llagas de Cristo!  ¡Menos mal que había quitado el tapón! No recuerda mi voz llamándola por toda la casa, con el corazón en vilo, siempre presintiendo lo peor. Pero hoy está aquí. Está aquí. He conseguido que viniera y eso es lo único que importa.

–Sé que mi pareja, Pablo, me quiere más de lo que me quiero yo a mí misma –sigue diciendo Diana– Me quiere tanto que por eso estoy aquí hoy. Por él.

Me mira, y en ese momento yo me concentro en el guiso de albóndigas de mi madre. El maldito guiso que le sale perfecto. Pienso en él para poder tragar, como si de una albóndiga se tratase, las palabras de Diana. En mi mente cojo un trozo de pan para untarlo en la salsa y salvarme de esas palabras que me dirige y nunca antes me ha dicho. Las mismas que me está diciendo hoy delante de toda esta gente que no conozco… ¡Maldita sea, Diana! ¿Por qué tienes que hacerlo ahora, precisamente ahora? Diana sigue hablando y tengo que aferrarme a más menús de mi madre para seguir  sentando aquí y no levantarme y dejarla sola; porque ¡maldita sea! ella es la protagonista y no es a mí a quién le toca llorar.

Vinimos callados todo el camino. Mientras yo conducía ella trataba de sintonizar una emisora de música que tocase algo que nos levantase el ánimo. No hay nada peor que una balada o una canción nostálgica unida a una tarde de lluvia. Yo la miraba de reojo,  temiendo que en cualquier momento pudiese abrir la puerta del coche y bajarse, como aquella  vez en que me detuve ante un semáforo en rojo, cuando estábamos casi a punto de llegar, y ella se bajó y se puso a correr por entre los coches, sin volverse a mis gritos para volver a la acera y escabullirse entre la gente.

Siempre  decía que sí. Que vendría. Que concertase yo la cita porque a ella le daba coraje hacerlo.  Asimismo decía: que le daba coraje llamar, pero que vendría. Y yo quería creerla. Cada vez.  Marcábamos el día en el calendario y dejábamos pasar el tiempo sin hablar de ello.

 Era capaz  de  esperar hasta el mismo día. A veces, hasta minutos antes de salir para poner una excusa. Es increíble la de cosas que llegó a hacer… ¡hasta atascar el cerrojo del cuarto de baño fingiéndose encerrada! Imposible contar en una sola sesión todos sus trucos para burlar la cita. Pero hoy ha venido. Desde que pasó lo del baño es otra. Ha tocado fondo. Sé que tiene miedo.

 

Se ha hecho un silencio. Vuelvo de mis pensamientos y veo que me miran. Diana también. Se había callado pero ahora vuelve a hablar:

-Desde niña siempre he sentido como si estuviese aislada, en una especie de glaciar, con el alma llena de frío. Creo que por eso lo hago, como una forma de entrar en calor…

No sé si es un chiste pero miro su expresión y vuelvo a la realidad. La quiero tanto… es mi niña, por eso estoy aquí, a su lado. La miro y me viene a la mente  la  película Cuando un hombre ama a una mujer protagonizada por Meg Ryan y Andy García, en la que ambos dan vida a una pareja cuyos miembros se quieren tanto como se hieren al pasar por una situación como ésta. Solo que ésta no es una película, ni Diana interpreta cuando sigue diciendo:

-Nunca he sentido el calor de alguien a mi lado… hasta ahora. Quizás por eso no sé  corresponder. Siempre tengo miedo. Tengo miedo de perder el control y de perderle a él y por eso bebo. Soy alcohólica, aunque hasta ahora no he podido reconocerlo… Me llamo Diana y soy alcohólica. Eso es todo. Gracias por escucharme.