Secretos de alcoba

Hay olores que se quedan adheridos a tus recuerdos y no puedes volver a olerlos sin sentir que viajas en el tiempo al momento en que ese olor se coló dentro de alguna escena. Yo era un niño muy chico cuando sucedió aquello. Recuerdo que me escondí dentro del armario cuando vi que se abría la puerta de la habitación. No me vieron. Ni el abuelo ni Merce, la chica de servicio que venía a planchar dos veces por semana. Olía a naranjas. La abuela ponía sus mondas en los estantes de la ropa, para espantar a las polillas. Yo miraba por la cerradura del armario y veía cosas prohibidas: pechos de mujer enormes, nalgas blancas y redondas, brazos y piernas entrelazados, y al abuelo en medio del lio. Había entrado en su cuarto para buscar la colección de soldados que guardaba en una vitrina, pero ya no volví a jugar con ellos nunca, ni tampoco a comer naranjas.
 
Manuela Vicente Fernández © 
Micro elaborado en el blog grupal de escritura creativa Nosotras, que escribimos

4 comentarios sobre “Secretos de alcoba

  1. Dicen que el olor es el sentido más poderoso para fijar los recuerdos, aunque en este caso me parece que la vista también fue poderosa. Estupendo relato en el que trazas una de esas experiencias límite, aquellas que marcan las etapas de un vida. Un abrazo!!

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  2. Jaja, en efecto, para el chico fue ciertamente una «experiencia límite» tanto más por inesperada 😀 Muchísimas gracias, querido David. Abrazo grande.

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  3. Muy bueno, Manoli. Genial relato breve, en serio. Cómo dice David, el poder de los olores para crear recuerdos indelebles y aún de las imágenes es grande, incluso para que esos recuerdos dejen una huella traumática, precisamente cuando el cerebro es más receptivo, en la infancia. Son como anclajes a otra dimensión, un botón que, al tocarlo, te lleva a ese mismo momento vivido. Y claro, el botón, ni tocarlo (llámese soldaditos, naranjas) Eso sí, dicen los que saben, que también se pueden hacer anclajes intencionados a sensaciones positivas…
    En fin, que me ha gustado el relatillos. Un beso grande

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  4. Muchas gracias, Isidoro, por tus siempre interesantes palabras. No cabe duda de que podemos asociar a la memoria cualquier sensación u olor y en el caso de este último se nos cuela sin darnos cuenta, tan subliminalmente que a veces nos desagrada sin que acertemos a explicar por qué. Así es la vida, así somos.

    Besos mil, amigo.

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